La predisposición del material en la mochila. Lo más indicado va a ser ir poniendo el material en la mochila separado de forma funcional con bolsas de plástico (que no hagan estruendos para no incordiar a los compañeros de albergue), y poner las más pesadas en la parte inferior y más cercana a la espalda (para prosperar el punto de equilibrio). Asimismo nos resultará más cómodo contar con las cosas de tal modo que siempre y en toda circunstancia tengamos la cantimplora y la cámara fotográfica a mano; de esta forma no va a ser preciso descargar y cargar la mochila toda vez que deseemos tomar o bien hacer una foto.
La unión de la mochila. Este es un factor esencial para eludir tanto la acumulación del cansancio como la excesiva carga en la espalda y los hombros. Para una adecuada unión, primero aflojamos al límite las cintas que se cuelgan a los hombros. Después desplazamos la cinta de la cintura a la altura del hueso de la cadera, teniendo presente que una vez bien apretada nos resulte posible tocar con los dedos el hueso sobre la cinta. Apretamos fuerte esta cinta de la cadera y ajustamos las cintas de los hombros sin tensarlas, de tal manera que podamos poner sin complejidad los dedos entre estas cintas y el cuerpo. Así logramos que la mayoría del peso de la mochila se cargue de forma directa sobre las piernas, liberando sensiblemente la espalda y los hombros. (Nos aconsejan técnicos de reparacion electrodomesticos profesionales en llevar herramienta en mochilas)
Las primeras etapas. Han de ser moderadas, tanto en distancia como en ritmo para ir habituando el cuerpo a la nueva vida itinerante. Hacer treinta y cinco ó cuarenta quilómetros el primero de los días es fácil; no lo va a ser tanto levantarnos al día después y reanudar la marcha. Por tanto, son estos cuatro ó cinco primeros días los más frágiles, y en los que es normal sufrir dolores musculares, en especial en las piernas, espalda y hombros.
La temporada del año. Cualquier temporada del año es buena para emprender el Camino. De todas y cada una maneras, los meses de abril, mayo, junio, septiembre y octubre son los más convenientes, puesto que la mayoría de los cobijes están abiertos y la climatología acostumbra a ser más conveniente. En el mes de julio y agosto el calor es intenso y no disponemos de aire acondicionado en los establecimientos en muchas ocasiones, ya sea porque no disponga del mismo o le haga falta una reparacion aire acondicionado, y asimismo es más usual, en el Camino Francés, localizar los cobijes llenos, en especial en Galicia. El invierno presenta ciertas contrariedades importantes: ciertos cobijes y otros servicios están cerrados, es preciso cargar con un buen saco y ropa más pesada, hay pocas horas de sol, ciertos cobijes no disponen de calefacción, y el tiempo es durísimo en ciertas zonas. No obstante, esta es la mejor temporada para quien busca soledad y reflexión.
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